“EL ALCOHOLISMO Y LAS CRISIS EN LA FAMILIA”

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En la actualidad no es sensato considerar al alcoholismo como una enfermedad que solo afecta al consumidor, ya que otros miembros de la también son afectados ante el padecimiento. El alcoholismo de un familiar repercute ampliamente en la personalidad del resto de miembros de la familia, además de que usualmente otro miembro de la familia se involucra directamente con la situación.

La relación entre el alcohólico y la familia no es una relación ya que, así como el alcohólico afecta a la familia, la familia de igual manera afecta a la persona alcohólica y a su enfermedad.

Algunas familias logran apoyar a que el miembro alcohólico reconozca su problemática y necesidad de ayuda, sin embargo, otras más llegan a desanimar al alcohólico de buscar ayuda e inclusive estimularlo para que la enfermedad persista.

ALCOHOLISMO COMO CRISIS FAMILIAR

Para la mayoría de las crisis familiares existen prescripciones culturales en cuanto a que hacer para poner fin a la crisis. En el caso del alcoholismo, a pesar de que el estigma social ha disminuido en alguna medida, nuestra cultura aun considera esta condición como algo vergonzoso y que no debe ocurrir, de manera que, cuando se enfrenta al alcoholismo, la familia se encuentra en una situación de completa desestructuración y por lo tanto tiene que encontrar técnicas que le permitan manejar la crisis en base a ensayo y error sin ningún apoyo social. En muchos aspectos existen marcadas similitudes entre el tipo de crisis familiar producida por alcoholismo y aquellas precipitadas por enfermedades mentales.

La divulgación del alcoholismo rara vez es un evento repentino. Generalmente es anunciado por incidentes espaciados del exceso en el deber, cada uno de los cuales provoca una pequeña crisis familiar. La pareja siempre trata de encontrar justificación al episodio, con la esperanza de eludir las situaciones familiares que al parecer lo provocaron. En la búsqueda de explicaciones, pueden tratar de definir la situación como controlable, comprensible y perfectamente “normal”.

Toma algún tiempo antes de que el conyugue no alcohólico se de cuenta de que la bebida conlleva un comportamiento que no es ni normal, ni controlable. Al alcohólico le toma un tiempo considerablemente mayor llegar a la misma conclusión.

 

 

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