¿BORRACHERA SECA?

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El proceso de rehabilitación del alcohólico que ha determinado dejar de beber es, ciertamente, un
proceso que implica auto-disciplina, tolerancia, paciencia y consistencia para llegar a la meta, todo
ello dentro de un marco de humildad, buena voluntad y mente receptiva para cumplir con el
programa de Alcohólicos Anónimos y dejarse ayudar por otros que pueden hacerlo.
La abstinencia es sólo el primer paso de quien ha decidido rehabilitarse; pero la verdadera meta es
la sobriedad.
Tal vez muchos aún confunden cual es la diferencia entre abstinencia y sobriedad. Abstinencia es
simplemente dejar de beber, pero sin lograr un verdadero cambio en todos aquellos defectos de
carácter y viejos moldes que habían determinado una vida ingobernable. mientras que Sobriedad
implica no sólo dejar de beber, sino experimentar gradualmente un profundo cambio de todos
aquellos aspectos negativos de la personalidad.
Muchos miembros de A.A. que no llevan bien su programa sufren frecuentemente recaídas
emocionales que obstaculizan la sobriedad.
Estas recaídas emocionales constituyen un conjunto de síntomas que provocan un estado de
malestar e infelicidad en el alcohólico no activo, lo que se conoce con el nombre de “síndrome de
la borrachera seca”.
Se denomina “borrachera seca”, por que quien la padece exhibe todos los trastornos típicos de una
vida ingobernable, a pesar de que se abstiene de beber.
Este síndrome se puede reconocer por la presencia de ocho síntomas característicos, que son los
siguientes:
1.- Tendencia a la exageración.
2.- Conducta infantil.
3.- Insatisfacción persistente.
4.- Negación de su realidad no alcohólica.
5.- Racionalización de sus problemas neuróticos.
6.- Persistencia de los problemas familiares.
7.- Conducta inapropiada en su grupo de A.A.
8.- Angustia y depresión recurrentes.
A continuación, explicaremos cada uno de ellos:
1.- Tendencia a la exageración.
* Aquel que sufre de una borrachera seca tiende a pasar de un extremo a otro. Manifiesta
incapacidad para mantenerse en el justo medio. Si antes se sentía culpable y autoevaluado
por su alcoholismo activo, ahora tiende a “inflar” sus propias capacidades, inteligencia y
capacidades. Se siente dueño de la verdad y piensa que tiene todo el derecho de decirle a
todo el mundo lo que debe hacer y qué es lo que está bien y está mal. Se vuelve muy rígido
y estricto al juzgar a los demás, cayendo con frecuencia en el defecto de “ver la paja en el
ojo ajeno, pero no la viga en el suyo”. Tiende también a vivir por encima de su presupuesto
y continúa siendo fanfarrón y presumido, como cuando se emborrachaba. Se torna
impaciente y no tolera la frustración. Si la satisfacción buscada no llega con la suficiente
rapidez, reacciona con indignación o frustración. Esto lo convierte en una persona irritable
e impaciente.
2.- Conducta infantil.
* Aunque ya no beben, muchos alcohólicos continúan siendo unos niños en muchos
aspectos. Con facilidad se aburren se distraen o se desorganizan. Son inconsistentes: nunca
terminan lo que empiezan. Permanecen atados a sus dependencias emocionales de toda la
vida y continúan con la expectación de que otros les resuelvan sus problemas. Siguen siendo
superficiales y tienen mucha dificultad para tener relaciones profundas, sólidas y de respeto
mutuo con otras personas. No están capacitados para apreciar los aspectos de la vida de los
que disfrutan las personas maduras. Son sentimentales, hipersensibles y frecuentemente
reaccionan en forma de caprichos.
3.- Insatisfacción persistente
* El alcohólico no activo con borrachera seca se siente permanentemente incómodo consigo
mismo, pero no sabe por qué. No tiene capacidad de analizar sus propios conflictos, es decir,
carecen de una percepción interior personal. Hay una atmósfera constante de amargura en
todo lo que lo rodea y todos los malestares de su vida pasada revolotean en su rededor de
modo reiterado. Esto da lugar a que, por un lado, con frecuencia esté anclado, en el pasado
y por otro, se esté futurizando sistemáticamente, en tanto experimenta temor y pesimismo
por el futuro. Tiene un persistente sentimiento de culpabilidad y nunca llega a reconciliarse
consigo mismo. Lo anterior da lugar a que sea un individuo negativo y con una gran
inclinación a criticarlo todo. Le cuesta trabajo adaptarse a los demás y tiene repetidos
conflictos con sus compañeros de grupo, amigos o familiares a quienes suele hostilizar, y
llega inclusive a herirlos con sus actitudes. Es el típico A.A. que añora tenazmente sus épocas
de alcoholismo activo y que no se siente feliz a pesar de haber dejado de beber.
4.- Negación de su realidad no alcohólica.
* A pesar de que esta clase de alcohólicos ya aceptaron su alcoholismo y su determinación
de dejar de beber, no se =han rendido a sus otros defectos de carácter=. Siguen siendo
soberbios, egoístas, dependientes e inmaduros. Pero no lo aceptan. Se auto engañan
constantemente, y todo lo malo que les ha ocurrido se lo achacan al alcohol, pero jamás a
las tendencias neuróticas de su personalidad. Para ellos, lo único importante es dejar de
beber, y piensan que gracias a la abstinencia han logrado la perfección. Generalmente nunca
han trabajado seriamente en el Cuarto y Quinto Pasos del Programa. Existe una gran
diferencia entre lo que sus compañeros de grupo opinan de ellos y lo que ellos piensan de
sí mismos. No toleran la crítica de los demás y generalmente tienden a cambiar
frecuentemente de grupo =para no ser descubiertos=. Muchos de ellos se refugian en el
servicio o en la tribuna, y hablan más de otros o de la teoría del programa que sobre ellos
mismos. En este tipo de alcohólicos, tanto los familiares o los amigos cercanos de ellos,
coinciden en que la abstinencia no ha sido suficiente para producir un verdadero cambio en
ellos.
5.- Racionalización de sus problemas neuróticos.
* Así como antes trataba de justificar su forma ingobernable de beber mediante varios
pretextos, ahora trata de justificar sus tendencias neuróticas mediante otros pretextos
igualmente infantiles y absurdos. Una forma muy frecuente de racionalizar consiste en
criticar a los otros. Aunque no niega sus propias fallas, intenta ocultarlas a la atención de los
demás, mediante el catálogo de los errores de su familia, amigos, patrón, médico,
compañeros de grupo o de cualquier persona, sobre todo aquellas investidas de autoridad.
Realmente no está muy interesado en cambiar, sino más bien trata de decirse a sí mismo:
“Realmente no soy tan distinto de todos los demás”. Insiste en inculpar a cuantos lo rodean
de sus propios fracasos o errores. Siempre encuentra un argumento muy convincente para
no asistir a la junta de A.A.. Este tipo de individuos son reacios a asistir a consulta espiritual
con un sacerdote o tratamiento psicoterapéutico con un psiquiatra, y especulan mucho
sobre la ignorancia de los sacerdotes y los psiquiatras sobre problemas del alcoholismo;
pero lo que ocurre en realidad es que tiene mucho temor a que alguien lo ponga en
evidencia ante sí mismo. Como consecuencia de esta ceguera emocional sobre sus propios
defectos de carácter, se comportan muy sumisos, es decir, aceptan la crítica y hablan muy
detalladamente de sus defectos personales, pero son incapaces de traducir sus palabras en
actos, o sea, que sus hechos no son nunca iguales a sus promesas. Son también muy
escabullidos respecto a cambios drásticos que impliquen sacrificio y renunciamiento, lo que
se traduce en una gran resistencia al cambio.
6.- Persistencia de los problemas familiares.
* Es muy típico en el alcohólico “seco”, que a pesar de que no ha bebido, mantiene los
mismos problemas con su familia, como cuando era bebedor problema; continúa ausente
de su casa la mayor parte del tiempo; su esposa e hijos siguen sin sentir su respaldo moral;
no hay restablecimiento de la comunicación en la familia, persisten los resentimientos
mutuos y las discusiones y los pleitos prosiguen exactamente igual como cuando bebía.
frecuentemente persisten los problemas de celos o de infidelidad a pesar de varios años de
abstinencia. La mala relación con los hijos, padres o hermanos suele ser característica en
estos casos. En muchos alcohólicos persiste también la dependencia hacia la madre, la
esposa o algún otro miembro de la familia con la misma tendencia de antes de dejar de
beber, de ser atendidos o esperar que los demás resuelvan sus problemas. En muchos casos
de separación o divorcio ocurrido después de haberse incorporado a los grupos de A.A. se
debió a que la esposa no advirtió en su cónyuge ningún cambio positivo hacia la familia, a
pesar de la abstinencia.
7.- Conducta inapropiada en el grupo.
* Este es un síntoma típico de la borrachera seca. El alcohólico =seco= empieza a hacer un
mal uso de los grupos de A.A. y se olvida de los objetivos del programa al no aplicar las
tradiciones. Las manifestaciones de conducta inapropiada más frecuentes son:
a) Crítica excesivamente a los compañeros que usan la tribuna, a los =servidores= y a todos
en general.
b) Llegar tarde al grupo e interesarse más por la política del grupo, los “chismes” o las
relaciones sociales.
c) Utilizar los grupos para conseguir trabajo, hacer negocios personales o seducir a los
miembros del sexo opuesto.
d) No guardar la discreción debida fuera del grupo, comentar y criticar lo dicho en tribuna
por algún compañero o incluso no respetar el anonimato.
e) Se enferma de “tribunitis” o utiliza la tribuna para crear polémicas o criticar compañeros.
f) Se aleja progresivamente de los grupos de A.A. y se convierte en el mayor =expositor= del
Programa, y confunde los principios con las personas.
8.- Angustia y depresión recurrentes.
* El alcohólico =seco=, lejos de experimentar un bienestar progresivo al dejar de beber,
continúa cíclicamente en crisis de angustia y depresión. Se siente inquieto, irritable, no está
agusto en ningún lugar, tiene insomnio, temores inespecíficos, molestias orgánicas como
sudor de manos, dolor de cabeza, sensación de opresión en el pecho, sensación de “vacío”
en el estómago, dolor de espalda, mala digestión. A veces se tornan muy violentos y
arrebatados. No se concentran bien. Se sienten tristes, autoevaluados, sin esperanza,
culpables de algo, resentidos sin ganas de trabajar, pesimistas y en ocasiones hasta
contemplan la posibilidad de un suicidio. Este tipo de alcohólicos caen fácilmente en la
automedicación de tranquilizantes para poder dormir o en ocasiones, caen en otro tipo de
farmacodependencia como la marihuana, las anfetaminas o los barbitúricos. Cuando buscan la ayuda de un psiquiatra, esperan la rápida resolución de sus problemas mediante
medicamentos, y el no someterse a una psicoterapia a largo plazo. Suelen ver muchos
médicos y con ninguno siguen un tratamiento comprometido. Toman muchos
medicamentos y ninguno llega a aliviarlos satisfactoriamente.
El alcohólico que padece una borrachera seca vive una existencia empobrecida. Experimenta
limitaciones agudas para crecer, para madurar y para beneficiarse de las oportunidades que le
brinda la vida. Su vida es un sistema cerrado y sus actitudes y conducta son estereotipadas,
repetitivas y predecibles. Sus opciones son pocas y estériles.
La posibilidad de una recaída en el alcohólico “seco” es diez veces mayor que en el verdadero sobrio.
La mayoría de las veces, el síndrome de la borrachera seca sólo refleja la presencia de una neurosis
o un grave trastorno de personalidad, que amerita la ayuda psiquiátrica además del Programa de
Alcohólicos Anónimos.

 

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