Las características de la familia de un adicto
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NEGACIÓN DE LA SITUACIÓN
Al igual que el adicto, el resto de la familia también suele negar la adicción. Tratan de guardar las apariencias de cara al exterior, actuando como si no pasara nada y todo fuera bien, manteniendo la adicción en secreto. Pueden sentirse avergonzados de lo que sucede en casa y reconocer lo que pasa les resulta demasiado doloroso. Mientras que algunos solo lo ocultan de cara al exterior, otros lo niegan por completo, incluso ante sí mismos.
Esta negación impide que se reconozca que un determinado problema que afecta a la familia ha sido consecuencia del comportamiento adictivo, como cuando el adicto pierde el trabajo, y culpan a otros o a la mala suerte.
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NO EXPRESIÓN DE LAS EMOCIONES INTENSAS
Se impide a los miembros de la familia la expresión de emociones intensas y, con el tiempo, aprenden incluso a no sentirlas. Las emociones más intensas, sobre todo la ira, son vistas como peligrosas. Los miembros de estas familias tratan de mantener una especie de silencio emocional para que nada perturbe al adicto, pues temen sus reacciones, sobre todo las reacciones violentas que a veces muestran los adictos. Tampoco se habla de la adición, pues es un tema con una alta carga emocional. Es como si se hubiera impuesto el lema: “Si no expresas nada ni dices nada, tal vez no suceda nada”.
El problema es que las emociones no se pueden suprimir selectivamente. O sientes todo lo que hay que sentir o dejas de sentir por completo. Así, al intentar suprimir las emociones intensas acaban suprimiendo todas las demás.
Esto hace que acaben teniendo problemas para saber lo que sienten, para identificar sus propias emociones. Por este motivo, no es raro que la ira se sienta como ansiedad o estrés y que la depresión se sienta como irritabilidad. Pero dado que las emociones son muy importantes para guiarnos, tomar decisiones y relacionarnos, las dificultades para saber lo que sientes pueden acabar creando todo tipo de problemas, incluyendo problemas en las relaciones con otras personas fuera de la familia.
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INTENTOS DE CONTROL
Los miembros de la familia intentan hacer todo lo posible para que el adicto abandone su adicción, pero estos intentos fracasan una y otra vez. Intentan también controlarse unos a otros para hacer lo que cada uno considera adecuado. La familia se puede dividir entre los que consideran que hay que echar al adicto de casa y cortar sus relaciones con él o ella, y los que se ponen de parte del adicto, buscando excusas y encubriendo las consecuencias de su conducta.
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INVERSIÓN DE ROLES
Los intentos de control, y la prohibición de sentir y de habar de ciertos temas, son invasiones de la privacidad que violan las fronteras psicológicas. Las fronteras entre generaciones también se rompen. Lo normal en una familia sana es que los padres no compartan cierta información con sus hijos y no los busquen como apoyo emocional o como consejeros. Pero el nivel tan alto de estrés en la familia del adicto hace que los niños perciban el malestar es sus padres y se sientan obligados a cuidar de ellos, a salvar a su familia, haciéndose responsables de algo de lo que un niño no debería hacerse responsable, pues necesitan que sus padres cuiden de ellos y no al revés.
El hijo o hija mayor a menudo acaba asumiendo el rol de un padre o madre alternativo, cuidando de sus hermanos y de sus propios padres. Todo esto hace que los niños deban negar las necesidades propias de su edad para convertirse en adultos demasiado pronto.
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PROBLEMAS DE CONFIANZA E INTIMIDAD
La vida en la familia del adicto es caótica e impredecible. No se sabe cuál será el estado de ánimo del adicto ni su comportamiento en un momento dado. Con el alto nivel de estrés que esto conlleva y las emociones suprimidas, los miembros de la familia dejan, poco a poco, de responder a las necesidades emocionales de los demás, no hacen lo que dijeron que harían, no están ahí para apoyarse, no responden de un modo empático y comprensivo y la confianza e intimidad que pudo haber entre ellos en el pasado se va resquebrajando. Por este motivo, no es raro que los niños se acaben convirtiendo en adultos que perciben las relaciones como estresantes y destructivas, con problemas para experimentar intimidad con otras personas.
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COMPORTAMIENTOS QUE FOMENTAN LA ADICCIÓN
Para sacar a su familia adelante, la pareja del adicto no tiene más remedio que empezar a realizar las tareas y obligaciones que antes realizaba el adicto. Si el adicto pierde el trabajo, la pérdida de ingresos puede hacer que no puedan pagar las facturas. Si tiene suerte, tal vez encuentre el modo de ganar más dinero, pagar las facturas y sacar a su familia adelante, pero al hacerlo también está impidiendo que el adicto sufra las consecuencias negativas de su conducta. El adicto puede continuar con su adicción sin que haya consecuencias realmente graves, porque su pareja “se encarga de recoger los platos” y proveer a la familia de lo necesario. Así, la familia del adicto cae en una trampa que perpetúa la adicción.
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CODEPENDENCIA EN LOS ADULTOS
Los hijos de los adictos no aprenden a identificar bien sus necesidades emocionales ni sus emociones, aunque de adultos son muy sensibles al clima emocional a su alrededor. Entienden el amor como algo que consiste en satisfacer las necesidades de dependencia, en vez de verlo como algo basado en un verdadero interés por el bienestar de la otra persona. Esto hace que se sientan mejor en relaciones donde su pareja no es del todo independiente, como sucede en los adictos, por eso no es raro que acaben también teniendo como pareja a un adicto.
Por todos estos motivos, las personas que han crecido en una familia con un padre o madre adicto, pueden necesitar la ayuda de un psicólogo para superar estos problemas y poder mantener relaciones sanas y normales en la edad adulta.
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