LA IMPORTANCIA DE LA CONFRONTACIÓN TERAPÉUTICA EN UN TRATAMIENTO DE REHABILITACIÓN EN ADICCIONES

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La rehabilitación de las adicciones es un proceso complejo que involucra no solo la abstinencia del consumo de sustancias, sino también la transformación profunda de los pensamientos, emociones y conductas que sostienen la dependencia. Dentro de las múltiples herramientas que utilizan los profesionales de la salud mental y la rehabilitación, la confrontación terapéutica ocupa un lugar esencial.

Lejos de entenderse como un acto de hostilidad o de juicio, la confrontación terapéutica se concibe como una estrategia comunicativa que busca ayudar a la persona en tratamiento a tomar conciencia de sus distorsiones cognitivas, autoengaños o comportamientos dañinos. De esta manera, la confrontación no pretende humillar, sino despertar la responsabilidad y favorecer la autocrítica constructiva.

¿Qué es la confrontación terapéutica?

 

En psicoterapia, la confrontación es un proceso en el cual el terapeuta o el grupo terapéutico expone al paciente las incongruencias, contradicciones o negaciones que éste manifiesta en su discurso o en su conducta. Se trata de señalar con respeto aquello que el paciente quizá no puede o no quiere ver, con el objetivo de aumentar su insight y motivarlo hacia la coherencia personal.

En el contexto de las adicciones, el autoengaño y la minimización del problema son mecanismos de defensa muy frecuentes. Frases como “yo lo controlo”, “puedo dejarlo cuando quiera” o “no le hago daño a nadie” reflejan la negación de la magnitud del problema. Ante ello, la confrontación terapéutica busca poner un espejo frente al paciente para que pueda reconocerse en la realidad de sus actos.

Según Carl Rogers, la terapia requiere un equilibrio entre empatía y autenticidad; la confrontación bien empleada integra ambos elementos: reconoce la dignidad del paciente pero también le muestra aquello que necesita ver para no seguir atrapado en la negación.

El papel del autoengaño en la adicción

 

Para comprender la importancia de la confrontación, es necesario entender el rol del autoengaño en las adicciones. La dependencia a sustancias genera una disonancia interna: el sujeto sabe que el consumo es perjudicial, pero al mismo tiempo experimenta un impulso fisiológico y psicológico por seguir consumiendo.

Para disminuir ese malestar, el cerebro recurre a mecanismos defensivos como:

  • Negación: “No tengo un problema real.”
  • Proyección: “Si consumo es porque mi familia me presiona.”
  • Minimización: “No tomo tanto, hay otros peores que yo.”
  • Racionalización: “Me ayuda a relajarme, lo necesito para trabajar mejor.”

Estas formas de autoengaño impiden que la persona reconozca la gravedad de su adicción y por lo tanto bloquean la disposición al cambio. Aquí es donde la confrontación se convierte en un recurso vital, pues rompe esas barreras psicológicas y obliga al individuo a cuestionar sus propias narrativas.

 

Beneficios de la confrontación terapéutica

 

Aplicada de forma ética y respetuosa, la confrontación terapéutica aporta múltiples beneficios en el tratamiento de adicciones:

  • Aumenta la conciencia del problema: La confrontación permite que la persona reconozca la diferencia entre lo que dice y lo que hace. Por ejemplo, alguien que afirma “mi consumo no afecta a mi familia” puede ser confrontado con ejemplos concretos de discusiones, ausencias o daños emocionales que ha causado.
  • Rompe patrones de autoengaño: Al enfrentar al paciente con sus contradicciones, se debilitan las justificaciones que sostienen la adicción. Esto abre un espacio de mayor honestidad consigo mismo.
  • Fomenta la responsabilidad personal: Al ser confrontado, el paciente entiende que no puede seguir culpando a los demás o a las circunstancias. Aprende a reconocer su rol activo en el mantenimiento de la adicción.
  • Fortalece la relación terapéutica: Aunque pudiera parecer lo contrario, muchos pacientes valoran la autenticidad del terapeuta que se atreve a decirles la verdad. La confrontación, cuando es empática, genera confianza porque demuestra interés genuino en el bienestar del paciente.
  • Impulsa la motivación al cambio: El darse cuenta de las consecuencias reales de la adicción suele ser un punto de quiebre que activa la motivación para mantenerse en rehabilitación.

Riesgos de una confrontación mal aplicada

 

Es importante aclarar que la confrontación terapéutica no es un regaño ni un ataque personal. Un mal manejo puede tener efectos contraproducentes, como:

  • Generar resistencia o rebeldía.
  • Provocar vergüenza excesiva que lleve al abandono del tratamiento.
  • Dañar la alianza terapéutica si el paciente se siente humillado.

Por ello, los especialistas recomiendan que la confrontación siempre se realice en un clima de respeto, con un lenguaje claro pero no ofensivo, y considerando el momento adecuado del proceso.

El tono, la oportunidad y la intención marcan la diferencia entre una confrontación constructiva y una destructiva.

 

Confrontación individual y confrontación grupal

 

Se suelen utilizar distintas modalidades de confrontación:

  • Confrontación individual: realizada por el terapeuta en sesiones privadas. Aquí se pueden señalar contradicciones específicas del discurso o de la conducta del paciente, con un acompañamiento más íntimo.
  • Confrontación grupal: característica de comunidades terapéuticas y grupos de ayuda mutua como Alcohólicos Anónimos. Los compañeros de grupo exponen al individuo las inconsistencias que observan. Esto tiene un efecto poderoso, pues la crítica proviene de iguales que han vivido experiencias similares.

 

La confrontación como parte de un proceso integral

La confrontación terapéutica es un componente esencial en los tratamientos de rehabilitación de adicciones. Su objetivo principal es romper los mecanismos de autoengaño y negación que mantienen al individuo atrapado en el consumo.

Cuando se aplica de manera respetuosa, empática y estratégica, esta técnica fomenta la autoconciencia, la responsabilidad y la motivación hacia el cambio. Sin embargo, requiere gran sensibilidad y preparación por parte del terapeuta, pues un mal manejo puede generar resistencia o daño emocional.

 

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