“LA VIOLENCIA EN LA PAREJA, CON LA FAMILIA Y SUS GRANDES CONSECUENCIAS”
La violencia familiar no es de carácter hereditario, no se es violento por naturaleza, ni se nace siéndolo, es una conducta que se aprende y, por tanto, se decide ejercerla para imponer dominio sobre otra persona.
La violencia se reproduce en forma de cascada, desde lo macrosocial (la cultura, el sistema de creencias, la ideología, la concepción del género, etcétera), hasta en escenarios microsociales (la familia, las relaciones interpersonales entre los hijos y sus iguales, etcétera).
En la familia se reproducen modelos que toman los hijos de sus padres o cuidadores como formas de relacionarse para conseguir sus fines y resolver sus conflictos. Los niños y niñas que presencian hechos violentos (padre y madre que se pelean, gritos o golpes) y/o que sufren directamente golpes, humillaciones, abusos sexuales por parte de los integrantes de la familia y son víctimas silenciosas, que al no recibir atención profesional pueden llegar a ejercer la violencia.
La violencia en la pareja se reproduce en forma cíclica, con conductas violentas que pueden pasar como problemas naturales y justificados de toda pareja, pero que no lo son.
El estar bajo los efectos del alcohol u otras drogas, hace a un hombre más propenso a conductas intolerantes que desencadenan violencia. Los celos patológicos de la pareja están significativamente asociados con amenazas y actos violentos. El estrés, el desempleo, el sentirse disminuido, el pensar que la mujer no hace bien sus funciones domésticas, no le obedece o no tiene deseos de tener relaciones sexuales, son situaciones asociadas con violencia.
Sin embargo, estas condiciones, ni ninguna otra justifican el acto violento.
Las consecuencias y los daños de la violencia en la persona que la sufre, son muchos, tanto físicos (puede llegar a enfermar o morir), como emocionales. Algunas personas que sufren violencia pueden consumir psicofármacos y alcohol a escondidas en un intento de mitigar su malestar y soportar esa relación. Además, pueden desarrollar otros trastornos como depresión, insomnio, estrés, angustia, ansiedad, etcétera.
Los hijos también pueden llegar a abusar y ser dependientes del alcohol y otras drogas, para llamar la atención de los padres que tienen relaciones violentas, como una manera de manifestar el conflicto que viven al ver a sus padres en constantes peleas y disputas o para huir de su realidad y descargar toda su tensión, dolor y sufrimiento. También, pueden desarrollar trastornos del sueño, depresión, dependencia a las relaciones de pareja, sentirse culpables de la situación, etcétera.
El círculo de la violencia presenta tres fases:
Fase acumulación o tensión
Episodios de violencia, ya sea física, sexual, emocional, de omisión y económica, los cuales tienden a incrementarse cada vez más. Pueden iniciar con un pequeño empujón, una mirada impositiva, una expresión de descalificación, como «tontita», con el control de la vestimenta y después subir de tono e intensidad.
En esta fase la persona violentada y quien ejerce la violencia con frecuencia presentan las siguientes emociones y conductas:
Persona violentada: tiene enojo, desesperación, tensión, miedo, vergüenza, disgusto y depresión se siente humillada y que recibe un trato injusto. Se comporta de manera cuidadosa, quejumbrosa, sumisa y trata de disminuir el enojo o la frustración de su pareja. Tiende a reprimir la expresión de sus sentimientos o puede que inicie el consumo de alcohol o drogas para evadir o ignorar la situación.
Persona que ejerce la violencia: se encuentra tensa, disgustada y celosa. Su comportamiento es explosivo, iracundo, posesivo, dominante, exigente, irritable y utiliza el silencio para controlar. Puede consumir alcohol y otras drogas
Los hijos: tienen confusión porque no entienden la situación, se esconden, niegan o tratan de llamar la atención.
Fase de explosión
En este momento la violencia se encuentra en su máxima intensidad. Los actos de agresión pueden ser gritos, humillaciones, golpes y abuso sexual, entre otros y seguir en aumento hasta llegar a ocasionar lesiones físicas y emocionales graves. Los actos violentos tienen toda la intención de causar daño. El agresor, como una forma de control, evita que la persona acuda con familiares, amigos o vecinos, generando una sensación de indefensión que lleva a tolerar pasivamente la situación.
En esta fase se presentan los siguientes comportamientos y sentimientos:
Persona violentada: se siente asustada, atrapada, inútil y paralizada ante la violencia. Trata de protegerse o aparentar que esta inconsciente, busca responder a los golpes o comportarse sumisa, intenta huir o buscar ayuda.
Persona que ejerce violencia: presenta enojo, ira, disgusto, celos o frustración. El comportamiento es peligrosamente violento, castiga duramente, sus acciones tienen un marcado intento de herir, esta fuera de control y es irracional.
Los hijos: se sienten asustados, atrapados e indefensos. Se muestran desesperados, pueden esconderse o intentar detener el pleito.
Fase de reconciliación o luna de miel falsa
En este momento parece que la situación tiende a resolverse, de ahí que ambos estén dispuestos a comprometerse a resolver sus diferencias y a restablecer relaciones afectivas. Sin embargo, las promesas muchas veces se vuelven difíciles de cumplir y nuevamente se acumula la tensión.
Los comportamientos y sentimientos observados son:
Persona violentada: siente enojo por lo sucedido, tiene sentimientos de culpa y esperanza. Inventa excusas para el agresor, trata de resolver o prevenir, futuros incidentes, espera y cree que el cambio sea duradero.
Persona que ejerce violencia: siente remordimiento, olvida el grao de violencia, no tiene habilidad de entender porque su pareja se siente molesta y siente inseguridad y miedo de perderla. Se siente apenada después de cometer el abuso, pide perdón, llora, promete cambiar, ser amable, buen marido y padre. Admite que lo ocurrido estuvo mal. Hace obsequios o pide perdón culpa al alcohol y a otras drogas de sus actos o bien a otras personas.
Los hijos: sienten vergüenza, humillación culpa o ira. Hay nerviosismo hacen cosas para llamar la atención y olvidar el estrés que sienten e intentan agradar. En ocasiones, los hijos tienen problemas en la escuela y consumen alcohol y otras drogas.
En ocasiones, estas conductas violentas se mantienen ocultas y en silencio, exponiendo a la familia a una situación de violencia en escalada que puede, inclusive acabar con la vida de alguien, ignorar esta realidad hace que el abuso se fortalezca y se perpetúe.
Sabemos que tienes preguntas acerca de cómo ayudar a tu familiar
¡Y nos encantaría escucharte! Comunícate con nosotros al (443)-3-13-99-26.
¡Gracias por visitar nuestro blog!
¡Cuidamos lo que más amas!



