ANSIOLITICOS Y SEDANTES: UN MAL USO DE ELLOS

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Los ansiolíticos son un conjunto de psicofármacos encargados de reducir la ansiedad, tensión emocional, inquietud interna y angustia psíquica. Son fármacos eficaces para la mejora de muchos trastornos de ansiedad.

Este tipo de fármacos también pueden servir para tratar el insomnio ya que puede evitarlo, los ansiolíticos actúan directamente sobre el sistema nervioso central, bloqueando en su mayoría la acción de las sustancias químicas del sistema nervioso.

Los ansiolíticos, también llamados tranquilizantes menores, son principios activos que son recetados principalmente para evitar convulsiones y para mitigar los síntomas de la ansiedad y angustia y en ciertas ocasiones también para los síntomas provocados por trastornos del estado de ánimo.

El uso de los medicamentos prescritos para el alivio de la ansiedad o el insomnio puede causar dependencia, una sobredosis puede producir somnolencia, confusión y depresión respiratoria.

La interrupción de un medicamento ansiolítico o sedante después de usarlo durante mucho tiempo puede causar ansiedad, irritabilidad y problemas para conciliar el sueño, si las personas se vuelven dependientes de un ansiolítico o un medicamento sedante, se les retira gradualmente la medicación reduciendo la dosis. La mayoría de las personas adictas a los ansiolíticos y a los sedantes comenzaron a tomarlos por razones médicas. La dependencia puede desarrollarse en muy poco tiempo, tan solo con 2 semanas de consumo constante.

¿Los ansiolíticos crean dependencia?

Sí, pueden generar dependencia si su consumo se prolonga en el tiempo. Los ansiolíticos pertenecen al grupo de benzodiacepinas y con el tiempo pueden originar:

Dependencia física. El cuerpo se acostumbra a la dosis del fármaco y demanda más para conseguir el mismo efecto.

Dependencia psicológica. La persona experimenta ansiedad o malestar cuando se reduce o suspende su uso.

Síntomas y signos de toxicidad por sedantes

Los ansiolíticos y los sedantes causan síntomas y estos pueden ser inmediatos como, por ejemplo: arrastrar las palabras a la hora de hablar, tener una mala coordinación, confusión, y se potencian si se ingiere alcohol.  En personas de una edad avanzada los síntomas tienden a ser más graves y estos pueden incluir mareos, desorientación, delirios, y perdida total de equilibrio.

Mientras que los síntomas a largo plazo pueden ser partida total de la memoria, discernimiento erróneo, momentos de perdida de atención y cambios bruscos de su estado emocional, se puede hablar despacio y tener dificultades para pensar y para comprender a los demás.

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